![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzxgQDx5KHAWBkf_slxiTcq11F0DPapkhN2hIwVEVdl0WNz9qQeRf07Va4pjg8znjYiUaHdWSIAXI6jnk_G4mneP_RASIQ2B2AXBv3A1vAA_91EOc-OIwrTLV9v0MAgslS8-RTfWeS7yW9/s1600/LOGO+UNIR+DE+AGUA.png)
Hay
un hombre cuya actuación en la guerra de Cuba culmina en los
horizontes de mi memoria como culmina un astro en su perihelio.
Sucedió
que cuando hubo estallado la guerra entre España y los Estados
Unidos, palpóse clara la necesidad de una inteligencia inmediata
entre el Presidente de la Unión Americana y el General Calixto
García. ¿Pero cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos,
Dios sabe dónde , en alguna serranía perdida en el interior de la
isla...Era preciosa su cooperación. Pero ¿Cómo hacer llegar a sus
manos un despacho? ¿Qué hacer?
Alguien
dice al Presidente: -Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna
personal en el mundo es capaz de dar con García es él: Rowan. Se
busca a Rowan y se le confía la carta que ha de llevar a García y
... nada más.
Cómo
el sujeto que lleva por nombre Rowan toma la carta, gúardala en una
bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en
las costas de Cuba, desaparece entre la selva primitva para
reaparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la isla,
habiendo cruzado territorio hostil y habiendo entregado la carta a
García, cosas son que no tengo especial interés en narrar aquí. El
punto sobre el cual quiero llamar la atención es este: Mc Kinley da
a Rowan una carta para que lleve a García. Rowan toma la carta y no
pregunta: ¿En dónde podré encontrarlo?"
Por
Dios vivo! que haya aquí un hombre cuya estatua debería ser vaciada
en bronces eternos y colocarle en cada uno de los colegios del
universo. Porque lo que debe ser enseñado a los jovenes no es esto,
o lo de más allá, sino vigorizar, templar su ser integro para el
deber, enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a
llevar la Carta a García.
El
General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías
en el mundo. No alienta un solo hombre de los metidos en empresas y
que necesiten de la colaboración de muchos que no se haya quedado
alguna vez estupefacto ante la imbecilidad del común de los hombres,
ante su abulia.
Inatención
culpable, trabajo a medio hacer, desgreño, indiferencia, parecen ser
la regla general... Sin embargo, no se puede tener éxito si no se
logra por un medio o por otro obtener la colaboración completa de
los subalternos, a menos que Dios en su bondad obre un milagro y
envie un Angel de Luz como ayudante.
El
lector puede poner a prueba mis palabras: llame a uno
de los muchachos y empleados que trabajan a sus ordenes y digale:
"Consulte usted la enciclopedia y haga el favor de sacarme un
extracto de la vida de Corregio".¿Cree usted que su ayudante le
dirá: " Si señor" y pondrá manos a la obra?
Pues
no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de
las siguientes preguntas ¿Quién era él? ¿En qué enciclopedia
busco eso? ¿Está Ud. seguro de que eso está entre mis deberes? ¿No
será la vida de Bismark la que usted necesita? ¿Por qué no ponemos
a Carlos a que busque eso? ¿Necesita Ud. de ello con urgencia?
¿Quiere que le traiga el libro para que usted mismo busque allí lo
que necesita? ¿Diga para qué quiere saber eso?
Y
apuesto diez contra uno a que después de que usted haya repondido
integramente el anterior cuestionario y haya explicado el modo de
verificar la información y para qué la necesita usted, el
prodigioso ayudante se retirá y buscará otro empleado que le ayude
a buscar a García y regresará luego a informarle que tal hombre no
existió en el mundo.
Puede
suceder que yo pierda mi apuesta pero si la ley de los promedios es
cierta, no la perderé. Y si usted es un hombre cuerdo no se tomará
el trabajo de explicarle a su ayudante que corregio se busca en la C
y no en la K, se sonreirá usted suavemente y le dirá "Dejemos
eso" Y buscará usted personalmente lo que necesita averiguar...
Esta incapacidad para la acción independendiente, esta estupidez
moral, esta atrofía de la voluntad, esta mala gana para coger y
remover por si mismo los obstáculos, es lo que retarda el bienestar
colectivo de la sociedad. Y si los hombres no obran para su provecho
personal, ¿qué harán cuando el beneficio de su esfuerzo sea para
todos?
Se
palpa la necesidad de una capataz armado de garrote. El temor de ser
despedidos el sábado por la tarde es lo único que retiene a muchos
trabajadores en su puesto. Ponga usted un aviso solicitando un
secretario, y de cada diez postulantes, nueve no saben ni ortografía,
ni puntuación.
¿Podrían
tales gentes llevar la carta a García?
En
cierta ocasión decíame el jefe de una gran fábrica:-¿Ve usted a
ese contador
que está allí?-¿Lo veo, y qué? Es un gran contabilista: pero si
lo envío a la parte alta de la ciudad con cualquier objeto puede que
desempeñe su misión correctamente; pero puede también que en su
viaje se detenga en cuatro cantinas, y al llegar a la calle principal
de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba. ¿Podría
confiársele a tio semejante la carta para García?
En
los últimos tiempos es frecuente oír hablar con gran simpatía del
pobre trabajador víctima de la explotación industrial; del hombre
honrado, sin trabajo, que por todas partes busca inúltilmente en qué
emplearse. Y a todo esto se mezclan palabras duras contra los que
están arriba, y nada se dice del jefe de industria que envejece
prematuramente luchando en vano por enseñar a ejecutar a otros un
trabajo que ni quieren aprender ni les importa; ni de su larga y
paciente lucha con colaboradores que no colaboran y que sólo esperan
verlo volver la espalda para malgastar el tiempo. En todo almacén,
en toda fábrica, hay una continua renovación de empleados. El jefe
despide a cada instante a individuos incapaces de impulsar su
industria, y llama a otros a ocupar sus puestos. Y esta escogencia no
cesa en tiempo alguno, ni en los buenos ni en los malos. Con la sola
diferencia de que cuando hay escasez de trabajo la selección se hace
mejor; pero en todo tiempo y siempre el incapaz es despedido: la ley
de la supervivencia de los mejores se impone. Por interés propio
todo patrón conserva a su servicio los más hábiles:aquellos
capaces de llevar la carta a García.
¿A
que clase pertenece usted?
El
director general o jefe de la policia de Buenos Aires ha querido dar,
según leemos en la prensa de aquella gran metropolis una eleccion
educativa a sus subordinados para establecer las condiciones que, a
su juicio, constituyen el verdadero merito para lograr un ascenso.
Sobre los años de servicio pone las aptitudes; doctrina esta se ha
popularizado por medio del siguiente apotegma: “Aptitud Duple
Antiguedad”.
A
fin de establecer lo que entiende por aptitudes superiores. El jefe
de la Policia Bonaerense ha escrito un dialogo a la manera plotonica;
lo ha hecho escribir en grandes carteles murales y lo ha mandado a
fijar en todos los cuarteles de su mando. He aquí el dialogo.
--Que
hay?
--Señor
director, ayer fue nombrado X para ocupar la vacante de Z, y X es de
16 años mas joven que yo.
El
director le interrumpe.
--¿Quiere
usted averiguar la causa de ese ruido?
El
empleado sale a la calle y regresa diciendo: --son unos carros
--¿Que
llevan?
Despues
de una nueva salida el empleado vuelve diciendo:
--unas
bolsas. --¿Que contienen las bolsas?
El
empleado hace otro viaje a la calle y vuelve diciendo:
-
- no se lo que tienen. – ¿A donde van?
Cuarta
salida y responde: - -va hacia el este.
El
director llama al jove X y le dice: - - ¿Quiere averiguar la causa
de ese ruido?
El
empleado X sale y regresa cinco minutos despues manifestando: - -
son cuatro carros cargados con bolsas de azucar, forman parte de
quince toneladas que la Casa A remite a Mendoza. Esta mañana pasaron
los mismos carros con igual carga. Se diregen a la estacion
Catalinas; van consignados a....
El
Director, dirigiendose al empleado antiguo dice:
-
- ¿ha
comprendido usted?